miércoles, 29 de marzo de 2023

Las bacterias se están comiendo el Titanic: desaparecerá en un par de décadas

 RESUMEN ABC:

Halomonas titanicae se está dando un banquete con el óxido de hierro del mítico transatlántico. El pecio será historia en unas décadas


El 10 de abril de 1912, en su viaje inaugural, el trasatlántico «RMS Titanic» , el mayor barco de pasajeros del siglo XX, partió de Southampton con destino a Nueva York. Tan sólo cinco días después se hundió al chocar contra un iceberg en las gélidas aguas del océano Atlántico Norte , frente a las costas de Terranova.

A pesar de que la tragedia s e cobró la vida de más de 1.500 personas , en términos de pérdidas de vidas humanas, no ha sido el mayor naufragio de la historia. El record lo ostenta el trasatlántico alemán Wilhelm Gustloff, hundido a finales de enero de 1945 por los submarinos rusos y con más de 10.000 refugiados alemanes a bordo.

El «Titanic» estuvo en paradero desconocido hasta que en 1985 Robert Ballard, un oceanógrafo de la Universidad de Rhode Island, en Narragansett (Estados Unidos), lo descubrió por casualidad mientras participaba en una misión secreta de la armada estadounidense.

Bacterias corrosivas

El Titanic se encuentra a 3.800 metros de profundidad , en una total ausencia de luz y soportando elevadas presiones. Estas variables han permitido que su estado de conservación haya sido envidiable, tan sólo presentaba algunos carámbanos alargados y oxidado, a modo de estalactitas, de color rojizo, llamadas rusticles .

Desde hace unos años su suerte ha cambiado, su casco ha comenzado un proceso imparable de corrosión y en la actualidad no es más que un pecio oxidado que descansa en el fondo del océano.

En 1991 un grupo de científicos canadienses recogieron muestras herrumbrosas del «Titanic» y al analizarlas descubrieron atónitos que allí había vida, no sólo reacciones químicas. Tardarían casi veinte años en llegar a descubrir que se trataba de una especie de bacterias desconocidas hasta ese momento, unos microorganismos comedores de hierro a los que se bautizó con el nombre de Halomonas titanicae .

Se trata de unos seres vivos que tienen unas características asombrosas, viven en ambientes muy hostiles, a temperaturas muy bajas –entre 2 y 3ºC-, y con un escaso aporte de nutrientes. En otras palabras, el cadáver del navío es un auténtico edén para estas especies de bacterias.

Carámbanos de óxido

Por sorprendente que pueda parecer estas microscópicas bacterias podrían acabar en las próximas décadas con las 50.000 toneladas de hierro que componen la estructura del trasatlántico. Las «bacterias del "Titanic"» tienen una capacidad destructora descomunal, se dedican a «picotear» lenta pero incansablemente el pecio hasta que consiguen que el metal se haga inestable.

Estas bacterias se alimentan también de las ventanas, de las escaleras y de cualquier estructura de hierro del transatlántico, como pueden ser las calderas. Tan sólo el bronce permanece a salvo de su insaciable apetito. Con el paso del tiempo el mítico trasatlántico se convertirá en un amasijo de hierro irreconocible.

Afortunadamente, no todo son malas noticias, estas Halomonas , que han sido ignoradas por el hombre durante siglos, se pueden emplear como incansables trabajadores al servicio de la humanidad, con ellas podemos reciclar estructuras de hierro a grandes profundidades, desmantelar viejos restos de navíos, submarinos o plataformas petrolíferas.

Ahora viene la pregunta del millón, ¿las bacterias ya estaban cuando se hundió el «Titanic» o llegaron después?


RESUMEN:

Lleva más de un siglo bajo el agua, pero podría no durar mucho más. Los microorganismos que se alimentan del casco terminarán por devorar los restos del mítico barco


Se cumplen 105 años del primer y último viaje del Titanic. El malogrado transatlántico ha pasado a la historia mientras sus restos yacen en el fondo del mar. Al menos de momento, porque un ejército de bacterias 'comehierro' se están dando un festín con el barco británico ahora mismo. Tanto que en un par de décadas los restos físicos podrían desaparecer, alimentando todavía más su leyenda.

 

Los restos del Titanic se descubrieron en 1985, a 3,8 kilómetros bajo la superficie. Su estado era envidiable, gracias a la ausencia de luz y a las altas presiones, que habían frenado la corrosión. Pero pocos años más tarde, en 1991, los investigadores descubrieron que el óxido del casco contenía vida: ya en 2010 se detectó al responsable, una nueva bacteria bautizada como 'Halomonas titanicae' en honor del barco.

 

Aunque se alimentan del hierro del casco, al mismo tiempo estas bacterias protegen al barco de la corrosión aislándolo del agua marina

 

Las halomonas son proteobacterias halófilas, capaces de sobrevivir en concentraciones de sal tan altas que matarían a cualquier otro ser vivo, de incluso un 25%. El ambiente en el que descansan los restos del Titanic es inhóspito para el resto de organismos del planeta debido a la oscuridad y altísimas presiones... pero no para estos microorganismos. Así como los barcos antiguos son conquistados por bacterias que se alimentan de madera, H. titanicae adora el hierro.

Cuando el problema es la solución

'Halomonas titanicae' se adhiere a las superficies de acero y colabora con otros microorganismos para alimentarse del hierro. Estas bacterias han evolucionado para sobrevivir en marismas, donde la concentración de sal es muy variable debido a la evaporación: para evitar perder agua por ósmosis, producen una sustancia especial, llamada ectoína, que mantiene estables los niveles de líquido.

 

Las halomonas son proteobacterias halófilas, capaces de sobrevivir en concentraciones de sal tan altas que matarían a cualquier otro ser vivo

 

Irónicamente, las bacterias son causa y a la vez solución de todos los problemas del Titanic. Aunque se alimentan del material que lo forma, al mismo tiempo protegen el casco de la corrosión. Conforme los microorganismos colonizan la superficie creando biofilms (agrupaciones muy resistentes) para alimentarse del hierro, al mismo tiempo se convierten en una capa protectora que aisla el barco del agua del mar. El óxido en el que pensamos al imaginar un barco hundido se forma antes de que los microorganismos tengan la oportunidad de llegar a su 'presa'.

 

Por desgracia, el impacto mecánico de, por ejemplo, un ancla, puede eliminar la capa protectora y reanudar la corrosión. La contaminación por un derrame de petróleo como el producido en el Golfo de México en 2010 puede tener un efecto similar, al matar a las bacterias del casco. De todas formas, el Titanic sólo sobrevirá al paso del tiempo en forma de leyenda: al final todo el metal superviviente será digerido y reciclado.



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