RESUMEN:
Un estudio muestra que en Herculano, más cerca del volcán, la nube de cenizas alcanzó los 555 °C, incinerando a las víctimas y vitrificando sus cerebros
Por primera vez un estudio demuestra que, después de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C., la ciudad romana de Herculano fue destruida por una nube de ceniza tan abrasadora que incineró los cuerpos y vitrificó los cerebros de las víctimas que encontró a su paso. El impacto térmico fue más inmediato y con mayor virulencia, por estar más cerca del volcán, que en su vecina Pompeya, con temperaturas que superaron los 550 °C.
El primer flujo piroclástico que llegó a Herculano fue una nube de cenizas de corta duración, con temperaturas de 495–555 °C, capaz de causar la muerte instantánea de personas, dejando solo unos pocos centímetros de ceniza en el suelo. El análisis de las propiedades ópticas, definidas técnicamente como «reflectancia», de los restos de madera carbonizada permitió registrar múltiples y efímeros eventos térmicos extremos, revelando así por primera vez el impacto térmico real de la erupción del Vesubio sobre Herculano.
El estudio, publicado en la revista 'Scientific Report', ha sido realizado por un grupo de geólogos encabezados por Guido Giordano, de la Universidad Roma Tre, y por el antropólogo Pier Paolo Petrone, de la Universidad Federico II de Nápoles. Dice la investigación que la temperatura de las corrientes piroclásticas (flujos compuestos por gases y material sólido como ceniza y rocas de diverso tamaño) es un parámetro crucial para evaluar su poder letal.
Los científicos han demostrado que esa primera nube de ceniza al rojo vivo (495–555 °C), después de entrar en la ciudad llegó luego a la playa, aún a más de 500 grados, provocando la muerte instantánea de todas las personas que se refugiaron en los edificios de la ciudad y en los que estaban próximos al mar.
La interacción entre la nube de cenizas abrasadoras y el agua de mar hizo que la nube aumentara de volumen. Poco después se depositaron las cenizas enfriadas, que envolvieron los cuerpos de las personas que ya habían muerto a causa del calor extremo. Flujos piroclásticos posteriores, a temperaturas relativamente más bajas, enterraron progresivamente la ciudad de Herculano bajo un manto de cenizas y otros depósitos volcánicos de hasta 20 metros de espesor. La razón por la que no se encontraron víctimas en Herculano en las posiciones características de Pompeya se debería precisamente al flujo piroclástico incandescente, que destruía los tejidos blandos del organismo.
Precisamente, la cronología de estos hechos estaría en la base de la transformación en material vítreo del tejido cerebral de un habitante de Herculano, que fue descubierto en las áreas de servicio del «Collegium Augustalium» (edificio religioso) y descrito en 2020 en el 'New England Journal of Medicine'. Es decir, la extrema brevedad del primer flujo piroclástico habría impedido que el tejido cerebral se vaporizara por completo, mientras que el lapso de tiempo antes del siguiente permitió el rápido enfriamiento necesario para la transformación en vidrio.
Mejoras para futuras erupciones
Además de la nueva reconstrucción de los eventos térmicos de la erupción del Vesubio, los resultados del estudio también ofrecen sugerencias importantes para mejorar la seguridad de las personas que actualmente viven en la zona roja próxima a un volcán. El impacto letal de los flujos piroclásticos, con nubes de cenizas como se ha demostrado en Herculano, aunque son de corta duración, pueden causar daños graves a los edificios y un gran número de víctimas.
Desde una perspectiva de mitigación de riesgos en el área del Vesubio y en otros lugares, los autores del estudio sugieren que los edificios en la zona roja deben reforzarse para proteger a las personas del impacto térmico de la nube de cenizas, en caso de que no sea posible una evacuación completa. En una erupción futura, las áreas periféricas menos expuestas a los flujos piroclásticos podrían verse afectadas por nubes de cenizas desprendidas de corta duración. En este caso, la supervivencia depende de la capacidad de los refugios para evitar la infiltración del gas abrasador y cenizas al rojo vivo. Este tipo de intervención -concluye el estudio- permitiría a las personas que no tuvieron la oportunidad de ser evacuadas a tiempo sobrevivir y esperar ayuda, o salir antes de que otros flujos piroclásticos lleguen a la zona.
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